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La huella de carbono es un indicador que refleja nuestra contribución al problema o a la solución 🌎​​

Actualizado: 6 mar

Sequías, inundaciones, olas de calor, frentes fríos. Nuestro planeta nos habla, y es hora de escuchar.


Hoy en día, debemos tener en cuenta la huella de carbono de todo lo que hacemos y compramos. No sólo porque los mercados lo están exigiendo, sino porque la sobrevivencia de muchas especies, incluida la nuestra, está en juego.  


Cultivo de trigo

La famosa huella de carbono significa, tan simple y tan llano, la cantidad de gases de efecto invernadero que emitimos a la atmósfera en función de la unidad de producto que generamos. En la industria automotriz, la unidad es un coche. En la industria de la construcción, puede ser el metro de carretera o el edificio de 10 pisos. En agricultura, el kilo de fresas o la tonelada de trigo. Ahora, a lo que generamos hay que restarle lo que captamos de la atmósfera. Dudo que para construir un coche se capten gases de efecto invernadero, pero no es así para un kilo de trigo. Las plantas, si lo pensamos con detenimiento, son en su mayoría edificios construidos con ladrillos de carbono que toman del aire, y que quedan capturados en la estructura misma de la planta. Claro, cuando cortamos una planta de brócoli para obtener el florete, todo ese carbono capturado (menos el del florete, justamente) vuelve a la atmósfera por la degradación microbiana. Pero hay una parte importante, entre el 15 y el 30%, que las plantas utilizan para gestionar las relaciones biológicas con el suelo en forma de rizodepósitos y exudados de raíz. Esos permanecen aunque la planta sea cosechada, capturados mayormente en forma de biomasa microbiana y sustancias húmicas. Hablemos un poco de ambos. 


  1. La biomasa microbiana edáfica, que es básicamente los hongos y bacterias que viven en el suelo, es también un edificio de ladrillos de carbono. Tanto la quitina que forma la pared celular de los hongos como las proteínas de las bacterias, y de hecho cada estructura y macromolécula, están conformadas en su mayoría, de carbono. Para poder vivir y reproducirse, las bacterias y hongos tienen que acumular carbono a lo largo de su vida. Cuando mueren, ese carbono ya conformado en biomoléculas es tomado por otros microorganismos, manteniéndolo retenido, lejos de la atmósfera, en un proceso lento y sincronizado. ¿Pero qué pasa cuando se aplica un fungicida? Los hongos del suelo mueren rápidamente, liberando ese carbono de manera rápida de vuelta a la atmósfera. No los hongos que se desarrollaron en los últimos días, sino también los que han estado ahí por siglos. Así es como la agricultura, que debería ser el mayor sifón de carbono se vuelve uno de los mayores emisores: no sólo no guardamos el carbono que donan nuestras plantas, sino que liberamos aquel que fue capturado por plantas que poblaron el lugar muchísimos años antes. 

  2. Las sustancias húmicas son un conjunto químico variopinto. En grupo, son macromoléculas de carbono tremendamente ramificadas y refractarias. Son aguantadoras al paso del tiempo y a la degradación microbiana, y por eso las vemos acumuladas de épocas inmemoriales en formas conocidas, como la leonardita o el petróleo. Pero hay algo a lo que son sumamente frágiles: el oxígeno. El oxígeno no es un habitante común en el suelo y, si se encuentra en pequeñas cantidades, dedica su tiempo a oxidar otras moléculas, más susceptibles. Pero cuando trabajamos el suelo, y ni hablar de cuando hacemos subsoleo, le damos acceso a borbotones a las sustancias húmicas que son, como hablábamos, cadenas de carbono. No hay que ser un genio para saber que cuando se enlaza el carbono con el oxígeno forma bióxido de carbono, que es un gas de efecto invernadero.  


Trigo Huella de carbono

Aunque la maquinaria agrícola y los fungicidas tienen su propia huella de carbono de fabricación y de uso (el diésel de los tractores, por ejemplo), esta palidece a la huella que tienen en su efecto. 




Subsoleamos para mitigar la compactación de suelos, y aplicamos fungicidas para evitar las enfermedades. Ambas, condiciones que podemos controlar manteniendo la salud del suelo, mismo que destruimos con ambas prácticas.


¿No será que nos estamos tomando la medicina que nos quita el dolor de cabeza hoy pero nos mata de un infarto mañana? Déjanos en los comentarios tu opinión acerca de este tema.

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