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Día Internacional de la Madre Tierra: El potencial regenerativo en la salud del suelo y del planeta

 

¿Cada año tienes que poner más cantidad de fertilizante para mantener el mismo rendimiento? Si este es tu caso, ¿no te parece contradictorio que a pesar de este incremento, la tierra sigue perdiendo fertilidad?


En la agricultura intensiva, extraemos nutrientes del suelo para alimentar nuestras cosechas, pero solo reponemos una parte de ellos, principalmente nitrógeno, fósforo y potasio. Los minerales y otros elementos necesarios para la salud del suelo se pierden, y los organismos encargados de reciclar estos nutrientes no reciben lo necesario para sobrevivir y prosperar. Como resultado, la tierra se vuelve estéril, incapaz de retener agua y sostener una vegetación saludable y productiva.


suelo estéril

Como seguramente sabes, la respuesta a este reto no está en aplicar más fertilizante, sino en optimizar el uso de los recursos disponibles, y para ello, es fundamental centrarnos en lo que ocurre bajo nuestros pies.


Hace aproximadamente 450 millones de años, algunas plantas como los helechos, musgos y hepáticas salieron del mar y colonizaron la superficie terrestre aprovechando la presencia de los hongos que habían llegado antes. Así ambos eventualmente establecieron una relación de ayuda mutua (simbiosis) y esta interacción marcó el inicio de un proceso fundamental para la vida tal como la conocemos: la formación del suelo.


Este sustrato, compuesto por minerales, materia orgánica y una amplia gama de organismos vivos, es el fundamento sobre el cual se sustenta la biodiversidad y la productividad de nuestros ecosistemas y es el resultado de millones años de interacción entre la biósfera y la geósfera. Los hongos y bacterias “solubilizan” (mineralizan) la roca para extraer minerales, las plantas penetran en las grietas rocosas, los restos orgánicos se descomponen y se incorporan al suelo en un proceso, lento (muy lento) pero constante.


Durante milenios aprovechamos este proceso para producir nuestros alimentos y materias, sin embargo, en los ultimos 60 – 70 años, lo alteramos.


Al sembrar y enviar lejos las cosechas así como al retirar o quemar los residuos agrícolas, estamos tomando prestado sin devolver. Esto reduce la biodiversidad del suelo porque privamos a los microorganismos del suelo que es su principal fuente de alimento, problema que se incrementa con las llamadas “desinfecciones”.


suelo desertificado

Como resultado, el suelo se empobrece y pierde su capacidad para sostener la vida vegetal de manera saludable y sostenible a gran escala; según datos recientes, el 75% de los suelos en México están desertificados.




Para abordar esta crisis, es imperativo reconstruir el suelo reconectando los procesos naturales que han permitido su formación y regeneración a lo largo de milenios.


Dos pasos clave para ello son:

1.    Evitar la desinfección del suelo, que elimina la fauna microscópica responsable de liberar los nutrientes de la materia orgánica y actúa como protectora de nuestros cultivos.


2.    Reintegrar los residuos agrícolas al suelo para restablecer su fertilidad y promover la salud de los ecosistemas que sustenta.


Para ambos casos, Tierra de Monte, a través de su plataforma BioAgTech, desarrolló ReIntegra.


Este producto degradador, enriquecido con hongos y bacterias benéficos, facilita la reincorporación de materia orgánica y residuos agrícolas, alimentando el suelo y promoviendo la salud de los ecosistemas que sustenta, reduciendo también su vulnerabilidad a la erosión y la desertificación. Adicionalmente, desplaza y controla potenciales patógenos de nuestro suelo antes de siembra, reduciendo la necesidad de desinfección.


La historia evolutiva del suelo nos enseña una lección fundamental: solo la vida genera vida. Ha sido la interacción dinámica entre los organismos vivos y los procesos naturales lo que ha permitido la prosperidad de la vida en nuestro planeta y nosotros podemos replicar ese proceso para revertir los daños que ya presentan nuestros suelos.


Al trabajar en conjunto con los procesos naturales, podemos cuidar tanto nuestro patrimonio como la seguridad alimentaria para las generaciones futuras.




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