“Nuestras facultades están más equipadas para reconocer la maravillosa
estructura de un escarabajo que el universo”
-Charles Darwin.
Los escarabajos adultos tienen colores y formas cautivantes. En culturas como la egipcia han tomado roles místicos, y en la actualidad llegan incluso a venderse a coleccionistas en decenas de miles de dólares.
Los adultos varían en sus hábitos alimenticios, (Dynastine se alimentan de tallos y raíces, Cetoniinae se alimentan de savia, frutos y flores, Rutelinae se alimentan del follaje, frutos y flores y Melolonthinae se alimentan de follaje).
Las larvas tienen bastante menos sexapil. Son pálidas y curveadas, con la cabeza protegida por una cápsula reforzada, y algunas hasta ostentan el poco atractivo nombre de “gallina ciega”. Por si fuera poco, varias de ellas se alimentan de las raíces de muchas plantas, causando daños severos a los cultivos y al pasto.
Sólo en México, que es un centro de diversidad de este grupo taxonómico, se calcula que los daños por gallina ciega en maíz ascienden a pérdias de 0.4 a 1.3 toneladas por hectárea cada año.
Los escarabajos han estado con nosotros desde el inicio de nuestros tiempos. De hecho, unos cuantos millones de años antes. La Superfamilia Scarabaoidea tiene unos 200 millones de años (minutos más o menos) de evolución, lo que le ha dado una impresionante diversificación en 31,000 especies. En general, alrededor del 1% de ellas se consideran plaga, pero con ese 1% basta.
Aunque los escarabajos pueden tener explosiones poblacionales inmensas, generalmente se encuentran en bajas densidades. La mayoría de su ciclo vital ocurre bajo tierra, en forma larvaria. Gracias a una muy bien entrenada microbiota, pueden extraer los nutrientes de una dieta energéticamente pobre como las raíces, por la que enfrentan poca competencia con otros insectos.
Muchos escarabajos se encuentran normalmente en ecosistemas con cambios periódicos, como los humedales cercanos a ríos. Cuando la actividad humana ha afectado estas áreas, por ejemplo con el cultivo de caña en estas regiones, se ofrece al insecto una posibilidad sin igual de convertirse en plaga al tener acceso permanente a alimento.
Varias de las especies más dañinas, al menos enEEUU, provienen de otras geografías, como Europa y Asia, donde no son consideradas plagas. Sólo con el cambio de continente se volvieron nocivas, lo que parece indicar que existen mecanismos de control ecológico en Asia que no están vigentes de nuestro lado del Mundo. Especialmente porque no hay reportes de variantes americanas que se hayan vuelto plaga en ninguno de los dos continentes mencionados.
Especies como los escarabajos de mayo en EEUU (o los jicotes o toritos en México) suelen tener explosiones poblacionales poco frecuentes, pero sumamente fuertes, en las que el follaje es consumido completamente.
Curiosamente, estas especies han sido monitoreadas en Europa central por cientos de años, donde se calculaba que los brotes más fuertes tenían una periodicidad de 30 años, por alguna razón que se desconoce. Después de la Segunda Guerra Mundial, algunos brotes fueron particularmente agresivos, en una región de por sí golpeada por el fantasma de la guerra. Sin embargo, probablemente por el uso profiláctico del DDT, en la década de 1980 estos insectos fueron incluso considerados especies amenazadas.
Para el control de la plaga originalmente se utilizaban organoclorados, que tienen larga vida media y por lo tanto generan una protección duradera, pero su residualidad fue motivo (por otro lado, con justa razón) de su cambio por carbamatos y pesticidas derivados de fósforo, que son menos persistentes, pero más tóxicos ambientalmente. Sin embargo, el manejo con éstos ha resultado ineficiente, por la dificultad de alcanzar a los insectos en el suelo por aspersión, obligando a la inyección en la región radical cuando existe la posibilidad.
En muchos casos, se recurre a la inmersión de la raíz en cloropirofos previo a la siembra, que da un efecto un poco más sostenido.
Desgraciadamente, el uso de pesticidas afecta también a los depredadores naturales de la gallina ciega, como hormigas y otros escarabajos, lo que ha hecho necesaria la introducción de otros depredadores, como la avispa Tiphia, que permite el control de especies exóticas, pero tiene poco efecto para las especies nativas.
Existen pocos microorganismos capaces de dañar a la gallina ciega, probablemente porque durante su larga evolución en el suelo ha estado en contacto constante con microorganismos de la rizósfera, y se ha inmunizado. Serratia entomophila ha demostrado ser de las pocas bacterias que daños internos que debilitan al insecto, disminuyen su movilidad y su alimentación, en estudios realizados en Nueva Zelandia.
En Tierra de Monte controlamos la gallina ciega mediante el uso de un grupo muy diverso de microorganismos. Desde la exótica Serratia entomophila, que daña las células intestinales y debilita a las larvas, para favorecer la acción de los hongos entomopatógenos Metarhizium y Beauveria, hasta los complejos Streptomyces, que generan toxinas en forma de compuestos poliaromáticos, que repelen a los insectos directamente en la rizósfera.
Trabajos citados
Enríquez-Vara, M. G.-B.-F.-R. (2013). Diversity and Genetic Population Structure of Fungal Pathogens Infecting White Grub
Larvae in Agricultural Soils. INVERTEBRATE MICROBIOLOGY.
La mayoría de la información encontrada en este escrito se encuentra en:
Klein, T. A. (2015). Scarabs as Pests: A Continuing Problem. Coleopterists Society Monographs. Patricia Vaurie Series.
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